Los juegos de rol ayudan a los niños con TEA a gestionar sus emociones

En el mundo de la infancia, el juego es mucho más que entretenimiento: es una poderosa herramienta para el desarrollo social, cognitivo y emocional. En el caso de los niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA), los juegos de rol han demostrado ser una estrategia eficaz para trabajar las emociones y mejorar sus habilidades de interacción.
El poder del juego de rol en niños con TEA
El psicólogo y educador Nicolás Keudell ha encontrado en los juegos de rol una manera innovadora de entrenar las emociones en niños con TEA. «Buscaba recursos para hacer entrenos emocionales y encontré esta fórmula», explica Keudell, quien ha trabajado especialmente con niños con TEA de grado 2.
«Un juego de rol no es más que una obra teatral con un punto de improvisación. Cada jugador crea su personaje y, durante la partida, se enfrenta a distintas situaciones en las que debe reaccionar y expresar emociones», detalla el especialista. A través de estos escenarios, los niños practican el reconocimiento de sentimientos y la gestión de sus respuestas ante ellos.
Aprender a identificar y gestionar emociones
Uno de los principales desafíos de los niños con TEA es la interpretación de las emociones en los demás y en sí mismos. Keudell ejemplifica: «Si en una partida un personaje les grita “¡Salgan de aquí ahora mismo!”, un niño sin TEA identificará la emoción del enojo solo por el tono de voz. Sin embargo, un niño con TEA podría no interpretarlo de la misma manera». Por ello, en cada sesión se realizan pausas para reflexionar y analizar lo que ocurre en el juego, guiando a los niños en la identificación y regulación de sus emociones.
Sesiones adaptadas y progresivas
Estas sesiones pueden ser presenciales u online, reuniendo a grupos de hasta cinco niños de diferentes partes de España. El formato permite que experimenten diversas reacciones emocionales en un entorno seguro y controlado.
El proceso inicia con una entrevista previa con la familia para conocer el perfil del niño y adaptar las dinámicas a su edad y momento evolutivo. «Un niño puede tener 11 años, pero emocionalmente responder como si tuviera 5 en algunos aspectos», comenta Keudell, subrayando la importancia de la personalización en cada caso.
Resultados positivos y una estrategia en crecimiento
Los padres de los niños que han participado en estas sesiones destacan una mejora significativa en la manera en que sus hijos comprenden y gestionan sus emociones. Aunque este enfoque aún es novedoso en España, en el mundo anglohablante ya se emplea con éxito en contextos terapéuticos y educativos.
«Es un camino nuevo y cada partida es un aprendizaje constante», asegura Keudell, quien espera seguir desarrollando esta metodología.
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